cuentos urbanos narrativa

Alta velocidad

David estaba cansado. Al llegar el tren sólo tuvo ánimo para subir el volumen de la playlist y a acurrucarse en un rincón, mientras escuchaba el aria «Amour est un oiseau rebelle» de Bizet en bucle, una y otra vez. Sólo pretendía descansar mientras el tren de alta velocidad lo devolvía a Barcelona.
Delante de David se sentó Beth. Despierta y enérgica. Lo miró y sonrió al ver como estaba de cansado. Beth abrió su móvil y se miró en la aplicación del espejo. Por suerte todavía hacía buena cara, a pesar de ser casi el atardecer. Llevaba desde muy temprano levantada y las reuniones en la sede central de su empresa la traían loca. No podía más, tenía que tomar una decisión con su vida, porque aquella vida de reuniones hasta última hora ya no le merecían la pena. Por suerte, le pagaban bien, y disponía de todos los caprichos que quería, llevar la ropa a la última, viajar tan lejos como quisiera en verano, los últimos gadgets tecnológicos, o los stilettos animal print que acababa de comprar de manera impulsiva en aquella tienda tan cara del centro de Madrid, antes de ir hacia Atocha para coger el tren.
Beth volvió a mirar a David. Podría decirse que era de la misma edad que ella. Ella no sabía si le era familiar su cara o si le parecía guapo. Tal vez un poco cansada si que estaba. Tenía el cabello oscuro y corto como si estuviera recién cortado. Los ojos verdes de quién le gusta mirar la naturaleza a menudo. La piel morena como si estuviera muy acostumbrado a hacer solarium cada semana. Los labios carnosos de quien esperas te bese bien. El cuello ancho de un hombre muy masculino. Las espaldas anchas y los brazos definidos, como si se pasara la vida en el gimnasio. Era guapo. Definitivamente era muy guapo. Beth lo miraba. De pronto David abrió los ojos. Beth los cerró rápido, simulando que dormía. No quería que aquel chico se diera cuenta que lo estaba mirando.
El tren comenzaba a incrementar su velocidad aún más. Alta velocidad en progreso.
David miraba aquella chica que tenía delante. Era guapa, tenía esa belleza inteligente que tienen las chicas con gafas. Los cabellos rizados y negros. Parecía sencilla y dulce, delicada pero también enérgica y segura de sí misma. David sonrió cuando vio la bolsa de la tienda de moda que él asesoraba. La bolsa de la tienda donde ella había comprado sus stilettos animal print al último grito. La miró. Tenía los labios delgados y delicados. Cerró los ojos y se imaginó besándola.
Beth se dio cuenta de que aquel chico le gustaba mucho. Volvió a abrir los ojos. Y suspiró cuando vio que él volvía a dormir. Se lo miraba. Le miraba los labios. Carnosos. Tiernos. Quería jugar con esos labios. Beth enrojeció sólo de pensar en besarlo.
En tren incrementaba cada vez más la máxima velocidad. Alta velocidad activada.
David abrió los ojos y miró a Beth que estaba roja a más no poder. David la miraba directamente a los ojos. Beth lo miraba directamente a los ojos. David quería besarla. Beth quería besarlo. No se conocían de nada. Sólo estaban sentados uno frente al otro en el tren de alta velocidad.
El tren iba a la máxima velocidad posible. Alta velocidad intensamente activada.
Se miraban fijamente el uno al otro. El tren no paraba, pero ya llegaban a destino. Se notaba en el ambiente. La gente empezaba a recoger sus cosas. Siempre pasaba lo mismo. Parecía que la gente quería salir del tren cuando aún estaba en marcha. La alta velocidad. Aquella velocidad que lo envuelve todo. Aquella velocidad que lo activa todo.
Beth miraba los labios carnosos de David. David miraba los labios delgados de Beth. El tren había llegado a destino. La gente ya empezaba a bajar del tren.
Beth y David se miraban fijamente.
David se levantó. Beth se levantó. El tren estaba parado pero sus cuerpos sentían la alta velocidad. El viaje en el tren de alta velocidad había activado la oxitocina, la adrenalina, la dopamina, la serotonina y la vasopresina en sus cerebros.
Beth estaba acostumbrada a ser bastante creativa cuando tenía un incremento de adrenalina. Más que la media europea. Entonces simuló caer, aunque lo que realmente quería hacer era besar a David.
David se rió con el gesto de Beth. Reconoció la excusa de Beth para que él se acercara a ella. La alta velocidad de la dopamina lo hizo sentirse más despierto que de costumbre lo estaba a esas horas. David silenció la Carmen de Bizet y guardó sus auriculares a alta velocidad. Tomó con fuerza a Beth entre sus brazos. Por un segundo se miraron fijamente a los ojos.
David besó a Beth. Beth besó a David.
Se dieron un beso a alta velocidad intensamente activada.
Sentirían la alta velocidad en sus corazones durante un periodo de seis a doce meses, según decían los estudios psicológicos que salían en la portada del diario que alguien había olvidado en su asiento del tren de alta velocidad.

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