Cristina Redondo fotografiada por Cesc Sales

EmBrióN

La primera vez que me di cuenta de que quería escribir una distopía fue hacia 2018. Quería narrar la vida de un soldado de élite ya jubilado, basándome en hechos reales. Aquella idea fue tomando forma lentamente, durante años, en mi mente. El soldado arrastraba una atmósfera determinada, pero el futuro que lo rodeaba no acababa de definirse.

Al mismo tiempo, empecé a leer a Ursula K. Le Guin y a sumergirme en sus historias distópicas. Quería leer todo de Ursula K. Le Guin; como me suele pasar cuando me gusta un autor, acabo leyendo toda su obra.

Recuerdo que entonces yo estaba inmersa en la publicación y promoción de mi primera novela negra, Clandestina, pero aquella otra historia sonaba fuerte dentro de mí. Poco a poco, el soldado de mi historia empezaba a transformarse y a fusionarse con otras historias que también me apetecía escribir.

Entonces sucedió el Sant Jordi confinados, y ahí me di cuenta – tras mucho leer a Le Guin y volver a leer Fahrenheit 451– de que sí, definitivamente, algún día escribiría una novela distópica.


En la historia del soldado había algo que me faltaba. Ese soldado no era suficiente para mi historia: tenía que acompañarlo de algo más, y la historia que tenía entonces… no me acababa de convencer. Así que seguí pensando en ella, sin escribir nada sobre el papel, sin plasmar ninguna idea. Aquello continuaba en mi mente.

Meses después tropecé con Blade Runner, y algo en mí se quebró para siempre: la estética, la melancolía, la pregunta por la memoria y lo que nos hace reales.
Dune fue el siguiente umbral: desiertos, visiones, linajes, destino.
Y luego, El planeta de los simios, visto en bucle como quien intenta recordar otra vida. O anticipar esta.

Pasaron los años, y muchas otras historias vinieron a mí, pero esa otra historia distópica permanecía allí, intentando sobrevivir entre otras novelas que yo llevaba dentro.

Entonces me lancé a escribir mi segunda novela negra, que me acribillaba mucho más por dentro. La acabé, y pude descansar una parte de mí. Durante el proceso creativo de esa segunda novela no pude pensar en nada más; la vida y el dolor de esos personajes me tenían totalmente monopolizada.

Aunque dentro de mí aún habitaba esa sed del soldado, perdido en mitad de la selva africana. La supervivencia, el amor, el exilio, la soledad.

A veces, pensando en ello, mi mente vuelve a Blade Runner. Hay algo ahí que me enamora: esa estética futurista, con luces de neón y ciudades sucias y suburbanas en la noche. Ese futuro irreal, pero tan real al mismo tiempo.

Dejo que se cuele dentro de mi imaginación y no fuerzo la escena; ella se moldea sola, poco a poco.

Hasta que, el año pasado, sentí claro lo que quería. La historia crece ahora como un embrión dentro de mí.

Sin buscar, la vida me ofreció gran parte de las respuestas a las preguntas que yo me hacía para esa novela. Vinieron por sí solas a mí, de golpe: escenas, personajes primarios, personajes secundarios, trama, historia, lugares.

Todo.

Sucedió de golpe. Después de tantos años latiendo dentro de mí, por fin la novela se atrevía a tomar forma.

Y fue así como me atreví a seleccionar una de mis libretas para empezar a escribir esa novela.
Tras esas primeras respuestas, me atreví a escribir solo 500 palabras, pero fueron vitales, porque quizás no las incluya en la novela final, pero sé que ahí empieza todo.

Luego vinieron más: cien, doscientas, y de tanto en tanto aparece y se cuela en el proyecto actual. Me veo obligada a dejar a un lado la novela en la que trabajo ahora de manera seria, para escribir sobre esa otra historia distópica.

Es por eso que sé que hay una historia que me espera. Una historia que ya me busca en sueños.

Voy despacio. La siento vivir dentro de mí, y la dejo latir y aparecer mientras termino de escribir la novela en la que trabajo ahora. Me emociono, porque cada día, algo más se revela.

Y agradezco el tiempo. Agradezco este mundo raro, este mundo que se parece tanto a una distopía, por obligarme a mirarlo con otros ojos.
Con los ojos de alguien que ya ha estado en el futuro y ya sabe que lo que sueña tomará forma algún día, porque sé que algunas historias se gestan de manera inevitable.

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