De los machismos encubiertos a los feminismos descubiertos
Este año celebro el Día Internacional de la Mujer (#8M) desde una nueva perspectiva: la primera novela negra que he publicado Clandestina (Editorial Caligrama) ha sido incluida por Marie Claire, una de las revistas más reconocidas en modas y tendencias culturales, en la ”Lista de las 20 novelas feministas escrita por mujeres que debes leer alguna vez en la vida”.
Para mí es un gran elogio que cataloguen mi novela como feminista y que además la seleccionen junto a las novelas de escritoras tan conocidas y de tanta calidad literaria como Maya Angelou, Virginia Woolf o Doris Lessing, entre otras escritoras también de renombre en la lista.
En el momento de redactar la novela me limite a redactar lo que observaba en la sociedad, ya fuera tomando como ejemplo a mujeres cercanas, casos que había conocido o bien casos que leía en los medios de comunicación, y el resultado fue una novela con un universo de personajes en su mayoría mujeres, todas ellas personajes fuertes y luchadoras, y con un pasado difícil en algunos de los casos. Obviamente mi novela también incluye personajes masculinos, pero los que rigen la acción principal son todas mujeres fuertes y determinantes en sus acciones.
Tras mi análisis a posteriori, y teniendo en cuenta que mi novela la hice observando en sumo grado lo que acontecía en la sociedad y como denuncia, también en algunos casos, hacia esas situaciones de injusticia que observaba: ¿Significaba esto que las mujeres estamos obligadas a ser más fuertes socialmente por naturaleza?
Creo que la historia nos ha etiquetado con la absurda etiqueta de “sexo débil” a lo largo de muchos años en los que la mujer ha sido relegada a un segundo plano, obviamente por los intereses del poder jerárquico masculino, y aunque, por mucho que la opinión pública se esfuerce en pretender lo contrario, aún nos encontramos algunos recodos en los que la desigualdad de género es una injusticia permanente que se debe combatir desde el más absoluto día a día, en las situaciones más cotidianas que nos podamos imaginar.
En los últimos años, ha surgido la definición de lo que se ha denominado “Feminazi”, término inventado en la década de los noventa por Thomas Hazlett, profesor de Economía de la Universidad de California. El término es una mezcla de las palabras “feminismo” y “nazi” y no resulta más que un ataque claro a las posiciones de las mujeres que defienden el feminismo, aunque según el autor el concepto del término haga referencia a aquel sector de la sociedad que “defiende el hecho de que cuánto mayores abortos existan mejor”. Evidentemente el nuevo vocablo ha sido criticado desde muchas perspectivas y derrumbado por su falta de respeto al colectivo femenino, todos los análisis del vocablo y sus consecuencias coinciden en lo mismo : el término “feminazi” no resulta más que un ataque más a las mujeres con la intención de menospreciar, derrumbar y restarle credibilidad al activismo feminista que tiene como objetivo defender y promover la igualdad de genero.
Podríamos decir que esto no es más que una prueba actual más del desagravio hacia la mujer por parte de sectores o muy masculinizados o bien muy machistas, que pretende atacar a las mujeres con campañas de descrédito con la invención de términos semejantes y totalmente rebosantes de una propaganda desprestigiadora. Se trata de una demostración más de que las mujeres, al tener la intención de defender nuestros derechos ante situaciones injustas, aún nos encontramos con grandes y viejos dinosaurios que deberían estar extinguidos y erradicados hace tiempo, que creen que “lo correcto” es una “sociedad masculina” y que todo aquello que es considerado como “sociedad igualitaria” conduce al error o al fracaso, amparándose en una especie de “patriarcado” que se protege desde un completo ataque a la desigualdad de género.
Los feminismos se construyen solos en el día a día, como respuesta a las injusticia hacia la desigualdades sociales existentes entre hombre-mujer. Por ejemplo, el movimiento feminista se consolidó como agente político a finales del siglo XIX para pedir el derecho de voto para las mujeres en Europa y Estados Unidos. Si analizamos la historia, las mujeres que defendían el derecho a voto de la época eran vistas como si quisieran robarles los roles de género y los privilegios a los hombres, algo muy criticado entonces. Actualmente, estas ofensas también se traduce en criticas ofensivas hacia las mujeres que defienden el movimiento feminista, parece que la idea es identificar al feminismo como lo opuesto al machismo, atribuyéndole la misma carga negativa que este conlleva, pero aplicado a la mujer.
El feminismo no busca la diferencia entre la mujer y el hombre, sino que busca la igualdad de derechos entre ambos, y para ello se organiza en movimiento que lucha por la realización efectiva de dichas igualdades de genero, y que por lo tanto, la continua dicotomía existente entre hombre-mujer sea anulada en los diversos ámbitos sociales, ya sea el mundo laboral, económico, social o cultural. Por esas mismas razones, quizás no interese a “algunos arquetipos sociales” , sin duda arcaicos, que continuan abanderando un “machismo excesivo” como si fuera “la norma social” con los continuos ataques, subliminales o directos, a aquellas personas, sobretodo sin son mujeres, que pretenden una sociedad más igualitaria en cuanto a la aplicación real de las políticas de género se refiere.