Déjame que te cuente un pequeño secreto: la oscuridad siempre acecha, es inútil que la ignores, siempre está ahí para acorralarte con su presencia.

La oscuridad es una especie de psicópata, inteligente, tenaz casi estratega, que siempre se esconde para luego aparecer por sorpresa.
Se convierte en esa invitada non grata, que nadie quiere que aparezca, porque acaba aguando la fiesta. A veces aparece tarde, afortunadamente muy tarde, y en otras, llega demasiado rápido, lamentablemente muy rápido.

Al final, luchas para deshacerte de esa oscuridad que incomoda lo inunda todo. Y luchas tanto, con tanto ímpetu, que en la lucha cierras los ojos con fuerza, y entonces empiezas a recordar esa luz que capturaste en tu interior, antes de cerrar los ojos, con la intención de jamás sentir la oscuridad, por mucha oscuridad que te acabara rodeando.

Y resulta extraño, porque tras tanto combatir entre tanta oscuridad, a veces se oculta una belleza intacta entre toda esa opacidad. Cuando más profunda es la oscuridad, te das cuenta que al abrir los ojos, descubres esos colores que lo inundan todo. Y descubres, que la oscuridad guarda secretos en su interior tan deslumbrantes que sólo los que descienden hasta lo más abismal de su esencia son capaces de apreciar.