Henri Cartier-Bresson
To take a photograph means to recognize, simultaneously and within a fraction of a second‚ both the fact itself and the rigorous organization of visually perceived forms that give it meaning.
It is putting one‚ head, one‚ eye, and one‚ heart on the same axis.
Henri Cartier-Bresson
Nunca pensé que me gustaría compartir un café con Henri Cartier-Bresson, quizás porque hasta ahora no habia tenido la oportunidad de contemplar de cerca parte de su obra. Precisamente eso fue lo que sentí al salir de la exposición que la Fundación Mapfre ha organizado con motivo del 20º aniversario de su muerte.
Todos sabemos que Henri Cartier-Bresson fue uno de los fotógrafos más importantes de la historia de la fotografía del siglo XX, sí, pero no solo porque fue uno de los fundadores de la Agencia Magnum (junto con Robert Capa, David Seymour “Chim”, George Rodger, Bill Vandivert, Maria Eisner y Rita Vandivert), sino también porque fue un fotógrafo muy productivo. Sus primeras fotografías estaban influenciadas por el surrealismo, y llegó a ser uno de los grandes del fotoperiodismo de su época. Más tarde, ya en su última etapa de vida, también destacó por el estilo intimista de los retratos que hizo de muchos artistas y escritores con los que coincidió.
Creo que, en el arte, para conseguir una línea muy fina y delicada, hay que lidiar mucho y saber equivocarse a menudo, para poder probar diversas técnicas antes de encontrar “esa foto” que hace que el público curtido y exigente se enamore de tu arte a la primera. Cuando observo las fotos de Henri Cartier-Bresson a lo largo de su vida, me doy cuenta de que las fotografías de su etapa final son quizás las más logradas, las más profundas y las que más captan mi atención, amor y admiración. Personalmente, me gusta de su fotografía la composición, pero también la visión realista del fotoperiodismo, aquella que nos transporta a la inmediatez más auténtica del momento.

Me quedo con las fotografías de las miradas de las prostitutas de México a través de las ventanas, la gran afluencia de gente en el funeral de Gandhi, o los niños de la época jugando en las calles de Valencia; son algunas de las imágenes que más me han llamado la atención de la exposición sobre su etapa como fotoperiodista. Pero de todas las fotos que he visto en esta exposición, quizás la última sala, dedicada a fotografiar a sus amigos, es la que más me ha impresionado. En esta sala hay retratos de figuras tan veneradas como él, como fotógrafo, y me enamora la foto de Arthur Miller, pero también me roba el corazón la mirada viva de Simone de Beauvoir, o la pose intelectual de Jean-Paul Sartre e incluso la juventud de Truman Capote. Y es entonces cuando pienso: qué lástima no haber podido conocer en persona a un fotógrafo como él, cuántas historias auténticas y emocionantes me habría contado, y que ahora podemos imaginar a través de sus fotografías.