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Hijos del Otoño

“Autumn…the year’s last, loveliest smile.»
John Howard Bryant

He empezado mi particular cuenta atrás para despedirme del Otoño. Es algo sin sentido creo, que hago por primera vez, irme despidiendo de una estación, y no es precisamente porque desee que acabe este dulce Otoño que estoy viviendo, sino al contrario, ojalá nunca acabara. Pero debemos ser realistas, como decían los buenos de Héroes del Silencio, “Parasiempre me parece mucho tiempo. Parasiempre. No hay nada parasiempre”. Tampoco es que odie especialmente el verano, pero, sinceramente, me siento más cómoda en el frío que en el calor.
Hace unos días, en una de estas tardes frías de Otoño, bromeaba con un amigo porque me decía que él estaba acostumbrado al frio porque era “Hijo del frio”, extrañada le pregunté que me lo explicará mejor, me temía que saliera con alguna historia de origen nórdico chula, pero, desgraciadamente no fue así, y para mi sorpresa me respondió con total sencillez “Nací en Noviembre” entonces divertida con la etiqueta le dije “ Visto así entonces yo soy Hija del Otoño, nací en Octubre, y prefiero el frío también”. Me pareció divertida la etiqueta “Hija del Otoño” porque nunca lo había percibido ni pensado así, como si de una tribu urbana al estilo de Sons of Anarchy se tratara “Hijos del Otoño”.
No sé si es el inicio del frío, con las mañanas lánguidas que refrescan más de la cuenta, o si son esos tenues atardeceres lluviosos, o quizás esas intensas noches de tormentas, no lo sé, quizás sean los estrenos de cine de terror tan habituales en Otoño, o esa obsesión editorial de, año tras año, querer relanzar al mercado literario todos los clásicos del terror para Halloween, o, si se prefiere, para la Castañada, o el Día de Muertos, o quizás sea esa mezcla de culturas en esos días de tradiciones relacionadas con el más allá, exactamente no sé lo que es, pero creo que hay algo en la luz del Otoño que tiene una belleza mística. Hay algo en esa luz suave que lo invade todo y lo dota con una belleza singular, y no lo digo porque yo haya nacido en Otoño.
La cultura popular se empeña en relacionar el Otoño con la muerte, pero yo creo que el Otoño tiene más de vida que de muerte. Vale, que todos sabemos que no hay Ying sin Yang, pero, en concreto, creo que hay mucha más vida latente en esa muerte definitiva del Otoño de lo que a simple vista nos quieren hacer pensar.
Será que empiezo a asumir propiamente eso de sentirme Hijos del Otoño, sinceramente me gusta, por lo de nacer en Octubre, pero me gusta también tener esa vibración de que el inicio del Otoño es para muchos como las campanadas de un nuevo inicio. Me da la sensación de que, en algunos casos Septiembre roba las funciones y se convierte en un segundo Enero en el año, y, aunque no suenen, parece que sonasen “unas segundas campanadas” como si fuera el disparo de salida de una Marathon para empezar nuevos proyectos, y así, cuantos más mejor, todos en avalancha. Quizás esos proyectos en muchos casos queden olvidados en el tiempo, o pisoteados y ensuciados como quedan las hojas secas que caen de los árboles en Otoño, pero ¿ y esa ilusión que nos regaló por unos días o quizás sólo unos momentos?
No me digáis que no es bonito el Otoño y tiene ese toque esencial que decía Camus “Autumn is a second spring when every leaf is a flower”.

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