La belleza es peligrosa
La belleza es peligrosa, nos atrae en sus redes y nos hace latir de amor sólo al contemplarla. No hay poder mayor que el de la belleza bien utilizada. Por eso todos pretenden ser bellos, porque la belleza nos hace sentir amados, deseados, poderosos. Aunque los sentimientos que despierta la belleza van más allá, y pueden ser desde una tristeza inmensa hasta una descarga de adrenalina y oxitocina que nos deje totalmente en estado de shock.
Cuando alguien sufre el síndrome de Stendhal, le pasa eso precisamente, que la percepción de la belleza es mayor que la belleza esperada y la persona acaba sucumbida a un estado de shock, puede ser momentáneo o incluso durar días, todo depende de lo acostumbrados que estén nuestros ojos a la belleza. El síndrome de Stendhal suele atribuirse a ser sufrido al contemplar obras de arte, ciudades monumentales, pero hay quién dice que no existe, que realmente es un estado imaginario, yo voto a favor de la existencia del Síndrome de Stendhal, aunque lo que sabemos que sí existe seguro es la belleza.
Mi segunda novela, la que estoy escribiendo ahora, va sobre la belleza. Y es que la belleza es adictiva, cuanto más belleza se contempla, más belleza se necesita para vivir. Ese momento en el que descubrimos la belleza, todo lo demás nos parece feo, aburrido y poco interesante, y solo lo bello nos consigue atraer y despertar nuestro interés.
El posicionamiento de la belleza en la sociedad es imperativo, la belleza mueve nuestros instintos, nuestra escala de valores y aún no entiendo como Maslow no la pudo incluir en su pirámide de necesidades, porque es la belleza la que nos hace elegir entre una cosa y otra, el poder de atracción hacia esa cosa, decidimos por lo más atractivo por nosotros en un momento determinado, lo que más nos conviene en otros, pero siempre aquello que consideramos más bello para ese momento determinado por los beneficios que nos pueda reportar…belleza.
La belleza puede causar también un dolor punzante, incluso querer alcanzar aquello que percibimos como la belleza máxima ha provocado la muerte en algunos, como al Icaro que se le derretían las alas al querer acariciar la belleza del Sol con sus manos, han habido que han muerto en el intento de ser más bellos, pero también los hay que han conseguido esa belleza, de una forma u otra, y es entonces cuando han creído ser felices.
La belleza nos ayuda a ser felices, cierto, pero la verdadera felicidad se consigue cuando nuestra belleza no está en el exterior, sino en el interior. Esa es la verdadera belleza a obtener, porque no es material, ni se compra con dinero, sin embargo, parece ser que se paga con experiencias, y dicen por ahí que cuanto más experiencias negativas en su vida ha tenido una persona, más belleza interior atesora.
Quizás la belleza, más allá del robo de miradas, sea también una cuestión de vida vivida, de suspiros suspendidos en el aire o incluso, como decía la Aria de Donizetti , de “una furtiva lagrima“.