Chiesa di Santa Maria della Vita in Bologna, Italia

Sentir el dolor

El dolor nunca es superficial, siempre tiene alguna finalidad, nos enseña algo, pero también nos demuestra algo. El dolor jamás es en vano. Duele más el dolor emocional que el dolor físico.
El dolor físico, el de alta intensidad, te puede anular como persona durante horas o incluso días, pero si el cuerpo que lo sufre es realmente fuerte, se acaba superando y así venciendo.
El dolor emocional jamás se supera. Al contrario, sino lo controlas, como si de un caballo descontrolado y salvaje fuera, sino lo consigues domar y sujetar bien con las riendas, entonces te tira al suelo, una y otra vez, y te va rompiendo lentamente por dentro: primero te rompe los huesos, uno a uno, hasta hacértelos polvo; luego la musculatura, te la extiende y te la contrae como si fuera una goma elástica que lentamente pierde la elasticidad de tanto tirar de ella ; juega con tu corazón, hasta hacértelo estallar en mil y un pedazos que salen disparados como metralla… y es entonces cuando te quedas sin sentimientos, ni visión, ni oído y mucho menos tacto, porque el dolor te lo ha hecho perder…y al final, el dolor te supera y te vence y te deja también sin cabeza.
Provocar el dolor en los demás es muy fácil, y según cómo, incluso es más fácil provocar el dolor emocional que físico, como si de un tiro al blanco se tratase sólo hay que tener puntería y ahí es donde la presa cae víctima.
El instinto de supervivencia, junto al terror al dolor hará que la víctima actúe de tres maneras: o bien salir corriendo , o bien luchando y defendiéndose, o bien quedándose paralizado e inmóvil.
Al salir corriendo es muy probable que la víctima busque a su grupo natural de pertenencia y alerte a otros miembros de su grupo de la posible amenaza de ataque, con la respuesta correspondiente por parte de los miembros del grupo hacia el que provoca el dolor.
Por otra parte, si la víctima, al sentir la amenaza del dolor, en vez de huir cobarde en busca del grupo, decide enfrentarse y luchar, puede actuar de dos formas : luchar de manera activa o luchar de manera pasiva; luchará de manera activa cuando decida atacar a su oponente, el que le causa dolor, y luchará de manera pasiva cuando decide defenderse sin causar dolor a su oponente.
La peor manera de defensa ante el dolor es aquella en el que la víctima se queda inmóvil y paralizado por el terror a sentir dolor. En esta situación, es cuando, o bien a largo o bien a corto plazo, la muerte te acaba sorprendiendo y el dolor se apodera de ti hasta conquistarte por completo y provocarte el fracaso más absoluto.
En cambio, para otros más valientes el dolor es satisfacción, pero sinceramente, es posible que no sea más que una vil estrategia de lucha para superar ese dolor y salir airoso y victorioso de esa situación indeseable de indefensión. En esta situación se aprende a escuchar el dolor desde el silencio, cuando al inicio se acerca poco a poco, hasta que al final, con el tiempo, y a través de mucha observación, repetición y aprendizaje no te sorprende, porque sabes perfectamente el recorrido que hará, cuáles serán sus pasos y hasta dónde pretenderá llegar, al final, si eres valiente y fuerte, importa mucho, porque habrás tenido el valor de mirar a los ojos directamente al dolor, y con mucha templanza y resiliencia, habrás vencido su efecto, con lo que el dolor no habrá conseguido su fin. Finalmente, después de todo el dolor, y como en todos las luchas obstinadas por la supervivencia, obtienes el aprendizaje que te da las herramientas para superar y combatir futuros ataques de dolor; pero, sobretodo, lo que obtienes es la superación y, en consecuencia, la satisfacción de resultar vencedor a ese ataque repleto de dolor.

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