Silencio, Nespresso y Murakami
El silencio es el bien más preciado cuando vives en una gran ciudad. A veces usaba los auriculares sólo para dejar de oír a toda esa gente. Odiaba el ruido. El silencio relajaba su mente, pero sobretodo, le calmaba no tener que oír ese gran ruido, de modo que cuando llegaba a casa, lo único que se le ocurría era no encender la televisión, ni tampoco poner música, ni nada que hiciera ruido, aunque, desgraciadamente, no podía evitar oír el ruido de sus vecinos en sus pisos, el ruido del ascensor subir y bajar, el ruido de los coches de la calle…todos esos sonidos innecesarios: los odiaba.
Al llegar a casa, lo primero que hacía es quitarse todo lo que llevaba encima. Se metía en la ducha y se quitaba todo el sudor del día y la sucia polución de su piel. Odiaba esa suciedad en su cuerpo. Se ponía ropa cómoda para estar en casa. A veces uno de sus pijamas, a veces uno de sus chandals. Easywear, lo etiquetan algunos adictos a la moda en Instagram.
En la cocina le esperaba su máquina de Nespresso. No podía tomar otro café que no fuera Nespresso. Cualquier otro café le caía mal, su propio organismo se encarga de rechazar el café que fuera de otra marca. Le dolía ser víctima consciente de la sociedad consumista del siglo XXI . Encendía la máquina y seleccionaba una versión Vintage. Edición limitada. Se sentaba en el sofá con su café y lo único que deseaba hacer era leer a Murakami.
Murakami era uno de sus escritores preferidos. Nunca lo decía, pero siempre que le aburrían otros escritores, volvía a Murakami y entonces, se enganchaba de nuevo a la lectura. Murakami escribe con el corazón, y eso se nota, porque te enamora a cada frase. Murakami cautiva. Leía a Murakami y subrayaba sus frases, incluso, a veces, hasta las recitaba como si fuera uno de esos poemas clásicos que todos conocen, pero después, con el tiempo, ya nadie recuerda.
Cae la noche, ha olvidado que debía de hacer otras cosas, como preparar reuniones de trabajo. Pero, después de leer a Murakami durante toda la tarde ¿realmente importaba? Se daba cuenta de que había cosas más importantes en la vida que no sólo las inmediatas, pero aún y así subió una foto del skyline de su ciudad a Instagram. Necesitaba la dopamina en su cerebro del like instantáneo. Aparecían cientos de likes en un instante, con cada like aumentaba el bienestar y la autoestima en su cerebro. Al día siguiente, volvería a ser laborable. Volvería a la oficina. Todos cansados de tanta rutina. Y al atardecer volveríamos a casa. Esperando encontrar calma, paz, sosiego. Y ahí descubriríamos, de nuevo, el silencio, Murakami y un Nespresso, y daríamos las gracias por esos pequeños momentos, por esos cientos de likes instantáneos.